no alcanzan a la gloria del Señor
ni diez mil corazones a su amor
ni a su paz el sosiego más profundo.
Ante tal Rey glorioso no hay segundo
ni hay mar de estrellas como su fulgor.
El cosmos se deleita en su Hacedor
que torna el llano estéril en fecundo.
Me aflige el peso de mi indignidad.
¿Quién observa a la altura y no se asombra?
¿Quién no tiembla al sentir la luz divina?
Abrasa el llamear de la verdad.
El gran saber de Dios lo suyo nombra
y le da paz y salvación genuina.
08.08.2025