sábado, 17 de julio de 2021

La Ciudad de Dios II

Cuánto esplendor de la ciudad de Dios,
cuadro que no soy digno de mirar
ni de abrir sus portones enjoyados 
hacia un Edén de alcázares y ríos. 

Vive por siempre la ciudad de Dios,
donde acariciador un viento nace
que es música y aroma entre los árboles.
¡Ojalá fuera yo por un momento 
lo bastante honorable para ellos,
solo por un momento y contemplar 
las serenas moradas de los justos! 

La hermosa luz de la ciudad de Dios
no queda dentro sino que fulgura
en la amplitud de sus alrededores.

Si tuviera permiso de soñar,
entonces rogaría
por rozar muy apenas con mis dedos
el muro que cintila
su amor de orfebrerías señoriales.

Tal vez no pueda entrar a la ciudad,
pero, ¿por qué no he de gozar un día
—incluso desde fuera—
de los cantos, las fiestas, la alegría
y del continuo bendecir a Dios?

No me veré de sus entradas digno:
arribo igual a un extranjero pobre;
pero quizá haya un hueco,
algún rincón en la ciudad de Dios,
un pase amable de misericordia
incluso para un hombre como yo.


julio 2021