Algo en mi entraña muéveme a orar
cuando dan nada de ilusión las cosas
que me anclan en los tráficos del hombre.
¡Cuántas quisiera armar maravillosas
frases, para impulsarte a ponderar,
Señor, mi pobre ruego! No te asombre
lo tardo de mi hablar,
tampoco si la sombra de mi cara
no parezca tan clara
cual de los hiperbóreos que alimentas.
Con tu poder desplazas las tormentas;
entonces, Padre, escucha esta oración
que formo en mi pensar de soñolientas
lágrimas, y unge en mí de compasión.
20/01/90
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