Tú conoces la paz, oh ángel mío,
y ¿no quieres que yo vislumbre un poco?
Iría conducido de tu mano
al alborozo de los arquetipos,
al sendero que lleva hacia la casa
en que reposas; por los prodigiosos
campos en donde nacen los Sonrientes;
donde a cualquier acción asoma el canto,
y es vivir una práctica a lo eterno,
y un cubrirse en las aguas el amar.
Donde es siempre el Espíritu mentor
más palpable que tierras y que montes.
¡Llévame, oh ángel mío, a donde sabes,
y preséntame a Aquél que más adoras!
6/07/90
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